14 enero, 2016

2016

A veces es muy poco lo que necesitamos para dejar de sentir un vacío que parece expandirse en nuestro cuerpo, alma y mente, como una avalancha imparable, descontrolada, que invade.  A veces son las palabras de algunas personas inesperadas, las que de repente nos llenan de un poco de luz, una luz que logra ser más fuerte, y que logra vencer nuestras barreras (algo antes impensado). Y otro poco el vacío de  la gente que se fue.

A veces, es bueno encontrarse con alguien que sabe apreciar y ver todo lo que nadie ve hasta que se acercan demasiado... Eso que a muchas personas asusta, pero que muy pocos entienden. Alguien lo ve, y lo ve como algo hermoso. Nada es más reconfortante, que esa sensación.

Nadie más me regala esos momento efímeros de felicidad, en los que sonrío desde el fondo de mi ser. Ni nadie más me hace sentir tanta tranquilidad, ante las decisiones más precipitadas, menos pensadas, pero más maduras. Nadie más que yo misma.

A veces, me doy cuenta de que en la vida todo es tomar decisiones. Y cada decisión nos lleva por un camino distinto. Ni mejor, ni peor. Sólo distinto. Y al fin y al cabo, seguramente el que era para nosotros.

Decisiones y elecciones. Lo son todo en la vida. Que se avecina un gran año: lleno de cambios y decisiones, ya lo sabía. Con pequeños o grandes giros, pero grandes elecciones al fin. Si algo me enorgullece es poder decir que siempre hago lo que quiero, lo que tengo ganas, lo que siento, así nunca puedo arrepentirme porque a lo sumo equivocándome aprenderé algo. Y estoy dispuesta a eso.

Siempre voy de frente, con la verdad. Se podrán decir muchas cosas, pero estoy segura de que entre todo eso nadie puede decir que no fui de frente o que no quise, que no fui sincera. Me hace feliz haberme convertido en la mujer que hoy soy. Y eso se lo debo a la educación que me dieron en mi casa, donde aprendimos a ser honestos, regios. Donde nos enseñaron a pedir por favor y a dar las gracias, nunca está de más. Donde nos enseñaron la importancia de trabajar, y de luchar por lo que uno quiere, y más importante aún luchar por las cosas en las que uno cree. Donde aprendí a sentir compasión, a ponerme en el lugar del otro. Donde nos enseñaron a no quejarnos, si pretendemos hacer todo de la misma manera siempre, y no estamos dispuestos a generar un cambio. Una educación donde podía preguntar por qué, y desafiar los límites cuando algo no parecía justo. Una educación que me enseñó que no estaba bien conformarse, y siempre ir por más. Donde nunca hubo miedo a ningún cambio, simplemente eran desafíos a superar (y cuántos desafíos superamos hasta ahora!). Una educación donde fueron severos y muy exigentes (a veces demasiado), pero también llenos de amor. Una casa donde todos crecimos para ser personas tan, tan, tan diferentes y opuestas, pero a la vez con todas estas cosas en común. Y eso también lo agradezco, porque me formaron como persona, me inculcaron grandes valores, valores GIGANTES. Y sí, muchas personas me defraudaron, muchísimas, estoy cansada de tanta hipocrecía, de tanta falsedad y de tanto interés. No formo parte de eso, y no me interesa, no lo quiero, no lo necesito. Pero por sobre todas las cosas, no lo quiero. Prefiero creer más en este mundo que me enseñaron en casa, porque por suerte también encontré muchos otros como yo.

El "balance" del 2015, lo hice hace ya mucho rato... Y siento que cantidad no es calidad, definitivamente, y por eso estoy muy feliz de haber elegido con qué, con quién y en dónde quedarme, de qué o quién o de dónde alejarme. Y pucha, que a veces es chocante, difícil, triste, hasta melancólico, y decepcionante... Pero al final siempre hay recompensa y esa recompensa en mí hoy se traduce en una paz y una tranquilidad, difícil de explicar.


Brindo por un 2016 lleno de elecciones y doy las gracias por seguir creciendo y seguir aprendiendo




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