Venía embaladísima. Tomando decisiones, avanzando (tampoco venía pensando demasiado). Pero funcionaba, no dudaba, hacía las cosas e iban saliendo. Y, de repente... un contratiempo me detuvo, por algunos varios pero contados momentos; me hizo empezar a volver a pensar, y por ende volver a tener miedo. Y dicen que el miedo no somos más que nosotros mismos pensando estupideces que el 99% de las veces ni siquiera se convertirán en una realidad. Los miedos son una especie de sombra, una de esas que te envuelve, que te atrapa, te transporta al medio de un GRIS, te congela y te paraliza. No te permite pensar con claridad, ni ser objetivo, ni encontrar ese rayito de luz que antes veíamos, que estábamos por tocar con la punta de nuestros dedos.
De repente, el mundo empieza a girar otra vez. Y empiezo a salir de esa nebulosa, creo que porque algo de la luz que vi en algún momento me sigue llamando. Es que algunas ideas me encandilan. Yo sé que soy un tanto caprichosa, que se me mete algo en la cabeza y no paro hasta conseguirlo (a menos de que antes me aburra). Pero en el fondo ¿no deberíamos ser todos un poquito así? Ir detrás de lo que queremos? De un sueño, una ilusión, una idea, un ideal, de un plan?
El momento correcto no existe, el momento nunca va a llegar si siempre lo estamos esperando, el momento lo generamos nosotros mismos.
La vida no es esperar: la vida es tomar una decisión. La vida es un impulso gigante y el tiempo es el regalo más preciado que tenemos. ¿Vamos a seguir esperando?