Muchas personas me dijeron que
había hecho un duelo, pero no todos los que se supone que tenía que hacer. Muchas
personas intentaron indagar, ahondar, llegar a que mi respuesta sea "Sí,
es verdad, nunca hice ese duelo", pero creo que fui tan convincente con
los demás, y conmigo misma que hasta me lo terminé creyendo, que el mundo
también lo creyó (o simplemente ya no les di ganas de insistir).
Al fin, creo que puedo dejar de mentirme con eso de que había terminado todo bien, de que fue una decisión racional,
que en su momento hasta nos seguíamos amando, que no fue que se terminó el
amor, que podíamos ser amigos. Que siempre iba a pensar bien de él, a quererlo,
que siempre iba a formar parte de mi vida de una forma u otra. Que nuestra
separación había sido no tan separación porque hasta en eso nos
acompañamos, pero es que nunca nos
terminamos de separar. Y para avanzar, hay que poder soltar y dejar ir.
Todavía me acuerdo la primera
vez que él me dijo "Yo no soy para vos", la angustia que sentí. Es
algo hasta inexplicable, porque nunca en mi vida había sentido TAL dolor.
Literalmente sentí ese dolor infinito en el pecho, profundo, desgarrador, y el
ruido de los pedacitos de mi corazón rompiéndose, separándose el uno del otro.
Me largué a llorar, me metí al baño. No quise escucharlo, no quise entender,
saber, no quise aceptarlo. Quería creer que el amor lo podía todo, que no
importaban las diferencias, que no importaba que yo siempre quisiera más y que
el nunca pudiera darme más. Que no importaba sentirme siempre en segundo lugar.
Que no importaba que pensáramos tan diferente en tantas cosas. Que no
importaba, porque nos amábamos. Y así seguimos. Creo que esa convicción de que
no importa, esa ilusión (que a su vez me convirtió en una ilusa) tiene que ver
con la juventud. Es increíble, pero la intensidad con la que uno
siente a veces, hace que nada importe. Te da esa fuerza que sacás quién sabe de
dónde. Te hace creer que sos invencible.
Y realmente las cosas no fueron
malas. Fueron lo más cercano a la felicidad que tuve. Y siempre se lo dije,
siempre me sacó las sonrisas más sinceras, las risas más reales y más profundas
que, hasta ese entonces sólo provocaban en mí dos personas: él y mi hermana.
Sólo que el tiempo lo fue arruinando todo. Solo que en algún momento fue más
fácil decir no puedo, y en algún momento nos acostumbramos a que las cosas sean
como eran. Yo no sé si a él le pasó lo mismo. Nunca sabré su versión de la
historia... Porque es de esas personas que se creen que con lo que dicen nos
están explicando todo, pero en realidad él te dice: la luna, cuando quiere
decir: la luna me hace pensar en vos. Y no hay forma de entendernos así. Quizás
el también sintió que yo estaba en falta, quizás a él le faltó de todo.. Pero
nunca me lo dijo. Yo fui sintiendo cómo se alejaba, con el paso del tiempo.
Como iba quedando más en segundo plano, aunque según él no fuera así. Sé que
quizás es mi necesidad y mi exigencia, y es justamente algo MIO. Pero no sé si
tenga que corregirlo porque es quién soy. Simplemente quizás nuestras
personalidades no coincidían y no iban a poder superar las adversidades. Pero
creo que en algún punto simplemente me cansé.
Siempre sentí que podía dejarlo
todo por él, la vida misma. Y que podía dar más de lo que tenía. Y así creo que
lo hice. Siempre entendí quién era (es que eso fue lo que siempre me encantó de
él: que fuera la persona más libre que conozco). Nunca quise cortar sus alas,
pero tal vez hubiera necesitado que las compartiera.
Creo que un año antes empecé a pensar que quizás ya no estaba enamorada, que
quizás ya no quería estar con él. Que ya me costaba ser feliz. Que cada vez
sentía menos. Que cada vez le interesaba menos... a medida que sus otros
intereses crecían. Y un día se lo dije, se lo pregunté: - vos sos consciente de
que te quiero dejar? Y el me dijo que sí. ¿Tan obvio era? Y tan poco quería
hacer por los dos? Quizás ante su respuesta y sus reacciones, ese debería haber
sido el punto final. Pero no, seguimos intentando mejorar, cambiar, seguir
creciendo, seguir amándonos. Algunas cosas mejoraron. Pero el cansancio que
había acumulado ya no se iba. Estaba cansada de esperar algo tan simple como
por ejemplo una flor cortada de un jardín (flor que me regaló meses después de
cortar para darme las gracias... Por qué no me
dijiste gracias alguna vez antes en 4 años?).
La segunda vez que sentí cómo se
me rompía el corazón, fue menos intenso,
pero más triste. En realidad no se me rompía porque no quería creer lo
que me decía y porque quería seguir sin importarme nada. Esta vez fue triste,
porque sentí cómo se me iba yendo un poco del amor que sentía por él. También,
de una tontería. Pero cómo me dolió! Al menos yo intentaba!
La tercera vez, fue todavía más
triste.. me enojó. Me desilusionó. Me partió el alma. Terminé de convencerme de
que no le importaba y de que realmente, no quería intentarlo. Y me acuerdo que
cuando volvió le dije: - que yo sonría... No quiere
decir que me haya olvidado de que las cosas no están bien entre nosotros y si
realmente querés que las cosas mejoren empezá a hacer algo.
Al tiempito pasó el gran
acontecimiento de mi vida, que definitivamente marcó un antes y un después: la
enfermedad de mi viejo. Ya no tenía energías para ocuparme de algo de lo que
había intentado ocuparme tiempo atrás. No tenía ganas. No me importaba. No
cabía en mi cabeza. Tampoco ya me hacía feliz. No quería intentar componer algo
que no tenía forma de recomponer. Había agotado. Le di tanto, que ya no tenía
nada más para dar, y qué triste es sentirse tan vacío. Y un día entonces decidí
ir en busca de MI felicidad, fui egoísta por primera vez en la relación,
realmente egoísta (porque tantas veces patalee pero él siempre hizo lo que
quiso, porque sí, él era libre!). Y cuando volví de mi pequeña aventura... no
sentí que se me rompiera el corazón.. Ya estaba roto. Sabía cómo iba a
recibirme. Sabía qué iba a decirme. Qué iba a hacer. Qué iba a pensar. Nada me
sorprendió. Y cuando volví con el corazón roto y sin intenciones de ponerle
curitas, las cosas no hicieron más que empeorar. Hasta que un día le pregunté,
lo que debería haber preguntado tiempo atrás, creo que lo pregunté en voz alta
por inercia, pero fue exteriorizar lo que anteriormente nunca quise soltar: ¿Podemos seguir así? NO. La respuesta era NO. (y
es lo que me pregunto siempre ahora cuando algo no me está cerrando,
es increíble la cantidad de cosas que soluciono preguntándome
esto)
Esa noche me fui, antes de que
volviera. Le dejé una notita en un
cuaderno, que ya no recuerdo ni qué decía, pero seguro decía algo lindo. Porque
a pesar de todo, él fue mi primer y gran amor. Y fue tan lindo en tantas cosas,
que sólo a la distancia puedo realmente ver todo lo mal que me hacía a la vez.
Pero es así, creo. El amor saca lo mejor y lo peor de uno.
Lamentablemente, en algún punto
creo que nos separamos, pero no "terminamos la relación". Y otra vez
nos equivocamos. Creía que estaba bien que pudiéramos contenernos mutuamente y
acompañarnos en el camino de extrañarnos, acostumbrarnos a desacostumbrarnos, a
no saber si nos amábamos, si era lo correcto. Y muchos me lo
dijeron, es imposible. Ahora me di
cuenta de que mi condición de ilusa era aún más grande o más grave de lo que
creía. Me enojé cuando me lo dijeron, otra vez no lo quise creer,
aceptar, ver... Quería darme la cabeza contra la pared. Y así fue.
Lo peor de todo es que después
de habernos "separado", siguió rompiendo lo que quedaba sano de mi
corazón. Con tantas cosas que me dijo. Con tantas cosas que me hirieron aún
más, y arruinaron no sólo mi corazón (o lo que quedaba de él), sino a él mismo.
Darse
cuenta de que la persona de la que estábamos enamorados, no está, no existe.
Que tiene otras actitudes, otras formas que antes quizás no veíamos. Te termina
de dejar sensación de desolación. Y seguramente él también se desilusionó de
mi. Quizás él tampoco puede entenderme ahora. Probablemente no comparte lo que
hago, lo que digo, cómo pienso (menos que antes). Y si en él generaba esta
diferencia lo divertido para relacionarnos, en mí hoy genera más
distanciamiento. No entiendo a veces qué quiere o qué espera de mi, de
nosotros. Y ya no quiero entenderlo, no quiero sufrirlo. No quiero temblar de
nervios. No quiero llorar de angustia, de desilusión. Ya di todo, desde mi corazón entero hasta las
lágrimas, hasta mi corazón en pedacitos. Esto no quiere decir que ya no lo
quiera en absoluto, ni tampoco que vaya a olvidarlo, creo que nunca voy a poder
no quererlo y menos olvidarlo. Pero quizás, era hora de entenderlo. Quizás ya
era hora de despedirnos.