14 diciembre, 2013

Somebody to love

Muchas personas me dijeron que había hecho un duelo, pero no todos los que se supone que tenía que hacer. Muchas personas intentaron indagar, ahondar, llegar a que mi respuesta sea "Sí, es verdad, nunca hice ese duelo", pero creo que fui tan convincente con los demás, y conmigo misma que hasta me lo terminé creyendo, que el mundo también lo creyó (o simplemente ya no les di ganas de insistir).

Al fin, creo que puedo dejar de mentirme con eso de que había terminado todo bien, de que fue una decisión racional, que en su momento hasta nos seguíamos amando, que no fue que se terminó el amor, que podíamos ser amigos. Que siempre iba a pensar bien de él, a quererlo, que siempre iba a formar parte de mi vida de una forma u otra. Que nuestra separación había sido no tan separación porque hasta en eso nos acompañamos, pero es que nunca nos terminamos de separar. Y para avanzar, hay que poder soltar y dejar ir.

Todavía me acuerdo la primera vez que él me dijo "Yo no soy para vos", la angustia que sentí. Es algo hasta inexplicable, porque nunca en mi vida había sentido TAL dolor. Literalmente sentí ese dolor infinito en el pecho, profundo, desgarrador, y el ruido de los pedacitos de mi corazón rompiéndose, separándose el uno del otro. Me largué a llorar, me metí al baño. No quise escucharlo, no quise entender, saber, no quise aceptarlo. Quería creer que el amor lo podía todo, que no importaban las diferencias, que no importaba que yo siempre quisiera más y que el nunca pudiera darme más. Que no importaba sentirme siempre en segundo lugar. Que no importaba que pensáramos tan diferente en tantas cosas. Que no importaba, porque nos amábamos. Y así seguimos. Creo que esa convicción de que no importa, esa ilusión (que a su vez me convirtió en una ilusa) tiene que ver con la juventud. Es increíble, pero la intensidad con la que uno siente a veces, hace que nada importe. Te da esa fuerza que sacás quién sabe de dónde. Te hace creer que sos invencible.

Y realmente las cosas no fueron malas. Fueron lo más cercano a la felicidad que tuve. Y siempre se lo dije, siempre me sacó las sonrisas más sinceras, las risas más reales y más profundas que, hasta ese entonces sólo provocaban en mí dos personas: él y mi hermana. Sólo que el tiempo lo fue arruinando todo. Solo que en algún momento fue más fácil decir no puedo, y en algún momento nos acostumbramos a que las cosas sean como eran. Yo no sé si a él le pasó lo mismo. Nunca sabré su versión de la historia... Porque es de esas personas que se creen que con lo que dicen nos están explicando todo, pero en realidad él te dice: la luna, cuando quiere decir: la luna me hace pensar en vos. Y no hay forma de entendernos así. Quizás el también sintió que yo estaba en falta, quizás a él le faltó de todo.. Pero nunca me lo dijo. Yo fui sintiendo cómo se alejaba, con el paso del tiempo. Como iba quedando más en segundo plano, aunque según él no fuera así. Sé que quizás es mi necesidad y mi exigencia, y es justamente algo MIO. Pero no sé si tenga que corregirlo porque es quién soy. Simplemente quizás nuestras personalidades no coincidían y no iban a poder superar las adversidades. Pero creo que en algún punto simplemente me cansé.

Siempre sentí que podía dejarlo todo por él, la vida misma. Y que podía dar más de lo que tenía. Y así creo que lo hice. Siempre entendí quién era (es que eso fue lo que siempre me encantó de él: que fuera la persona más libre que conozco). Nunca quise cortar sus alas, pero tal vez hubiera necesitado que las compartiera.

Creo que un año antes empecé a pensar que quizás ya no estaba enamorada, que quizás ya no quería estar con él. Que ya me costaba ser feliz. Que cada vez sentía menos. Que cada vez le interesaba menos... a medida que sus otros intereses crecían. Y un día se lo dije, se lo pregunté: - vos sos consciente de que te quiero dejar? Y el me dijo que sí. ¿Tan obvio era? Y tan poco quería hacer por los dos? Quizás ante su respuesta y sus reacciones, ese debería haber sido el punto final. Pero no, seguimos intentando mejorar, cambiar, seguir creciendo, seguir amándonos. Algunas cosas mejoraron. Pero el cansancio que había acumulado ya no se iba. Estaba cansada de esperar algo tan simple como por ejemplo una flor cortada de un jardín (flor que me regaló  meses después de cortar para darme las gracias... Por qué no me dijiste gracias alguna vez antes en 4 años?). 

La segunda vez que sentí cómo se me rompía el corazón, fue menos intenso, pero más triste. En realidad no se me rompía porque no quería creer lo que me decía y porque quería seguir sin importarme nada. Esta vez fue triste, porque sentí cómo se me iba yendo un poco del amor que sentía por él. También, de una tontería. Pero cómo me dolió! Al menos yo intentaba!

La tercera vez, fue todavía más triste.. me enojó. Me desilusionó. Me partió el alma. Terminé de convencerme de que no le importaba y de que realmente, no quería intentarlo. Y me acuerdo que cuando volvió le dije: - que yo sonría... No quiere decir que me haya olvidado de que las cosas no están bien entre nosotros y si realmente querés que las cosas mejoren empezá a hacer algo.

Al tiempito pasó el gran acontecimiento de  mi vida, que definitivamente marcó un antes y un después: la enfermedad de mi viejo. Ya no tenía energías para ocuparme de algo de lo que había intentado ocuparme tiempo atrás. No tenía ganas. No me importaba. No cabía en mi cabeza. Tampoco ya me hacía feliz. No quería intentar componer algo que no tenía forma de recomponer. Había agotado. Le di tanto, que ya no tenía nada más para dar, y qué triste es sentirse tan vacío. Y un día entonces decidí ir en busca de MI felicidad, fui egoísta por primera vez en la relación, realmente egoísta (porque tantas veces patalee pero él siempre hizo lo que quiso, porque sí, él era libre!). Y cuando volví de mi pequeña aventura... no sentí que se me rompiera el corazón.. Ya estaba roto. Sabía cómo iba a recibirme. Sabía qué iba a decirme. Qué iba a hacer. Qué iba a pensar. Nada me sorprendió. Y cuando volví con el corazón roto y sin intenciones de ponerle curitas, las cosas no hicieron más que empeorar. Hasta que un día le pregunté, lo que debería haber preguntado tiempo atrás, creo que lo pregunté en voz alta por inercia, pero fue exteriorizar lo que anteriormente nunca quise soltar: ¿Podemos seguir así? NO. La respuesta era NO. (y es lo que me pregunto siempre ahora cuando algo no me está cerrando, es increíble la cantidad de cosas que soluciono preguntándome esto)

Esa noche me fui, antes de que volviera. Le dejé una notita en un cuaderno, que ya no recuerdo ni qué decía, pero seguro decía algo lindo. Porque a pesar de todo, él fue mi primer y gran amor. Y fue tan lindo en tantas cosas, que sólo a la distancia puedo realmente ver todo lo mal que me hacía a la vez. Pero es así, creo. El amor saca lo mejor y lo peor de uno.

Lamentablemente, en algún punto creo que nos separamos, pero no "terminamos la relación". Y otra vez nos equivocamos. Creía que estaba bien que pudiéramos contenernos mutuamente y acompañarnos en el camino de extrañarnos, acostumbrarnos a desacostumbrarnos, a no saber si nos amábamos, si era lo correcto. Y muchos me lo dijeron, es imposible. Ahora me di cuenta de que mi condición de ilusa era aún más grande o más grave de lo que creía. Me enojé cuando me lo dijeron, otra vez no lo quise creer, aceptar, ver... Quería darme la cabeza contra la pared. Y así fue.

Lo peor de todo es que después de habernos "separado", siguió rompiendo lo que quedaba sano de mi corazón. Con tantas cosas que me dijo. Con tantas cosas que me hirieron aún más, y arruinaron no sólo mi corazón (o lo que quedaba de él), sino a él mismo.


Darse cuenta de que la persona de la que estábamos enamorados, no está, no existe. Que tiene otras actitudes, otras formas que antes quizás no veíamos. Te termina de dejar sensación de desolación. Y seguramente él también se desilusionó de mi. Quizás él tampoco puede entenderme ahora. Probablemente no comparte lo que hago, lo que digo, cómo pienso (menos que antes). Y si en él generaba esta diferencia lo divertido para relacionarnos, en mí hoy genera más distanciamiento. No entiendo a veces qué quiere o qué espera de mi, de nosotros. Y ya no quiero entenderlo, no quiero sufrirlo. No quiero temblar de nervios. No quiero llorar de angustia, de desilusión. Ya di todo, desde mi corazón entero hasta las lágrimas, hasta mi corazón en pedacitos. Esto no quiere decir que ya no lo quiera en absoluto, ni tampoco que vaya a olvidarlo, creo que nunca voy a poder no quererlo y menos olvidarlo. Pero quizás, era hora de entenderlo. Quizás ya era hora de despedirnos.

No hay comentarios.: