16 septiembre, 2015

Vuelta por el Universo


Hay quienes dicen ser libres y hay quienes desearían un poco (más) de libertad. Otros tantos, son esclavos del decir que son libres. 

Yo llego a la conclusión de que es a veces,  mucho más difícil de lo que parece. Son muy pocos los espíritus, las almas que gozan de una libertad.... y creo que están llenas de felicidad, de una felicidad que simplemente irradia y contagia. Son esas personas que cuando las cruzamos... no sé, hacen que nos den ganas de abrazarlas, a ver si se nos pega un poquito tanta energía, tanta luz. Son esas personas que a lo lejos ves y pensás: quiero un pedacito de su vida. Pero son también esas personas que a través de los años, vuelan, vuelan porque es necesario, porque si no, se aburren; son esas personas que entienden que todo en esta vida son experiencias. Que cada experiencia es única, e irrepetible. Es que cada segundo que pasa, y cada palabra que voy tipeando, cada sonrisa será diferente la una de la otra, cada mirada, cada expresión. Son esas personas que tienen un conocimiento mayor de lo que pasa adentro, son esas personas que gozan de una sabiduría, pero a las que les falta ignorancia. Y es un poco ambigüo:  son felices con su visión de la vida, del ser, del vivir. Son felices volando, de acá para allá. Son felices sabiendo. Odian las mentiras, aman las verdades, las realidades. Y eso los sumerge a su vez en un mundo lleno de tristeza, melancolía. Una tristeza que los recorre cada día, que los hunde en sus pensamientos a menudo, que los nubla, que los frustra, que hace que le den más ganas de correr.


Es como una persona partida en mil pedacitos. Porque sienten intensamente (de qué otra manera podrían ser libres si no sintieran tanto todo?). Mil pedacitos, con sensaciones que brotan por doquier, que saltan, que suben que bajan, que van que vienen (que rebotan), que reflectan. Que los convierten instante tras instante, y segundo tras segundo.

Y hoy, hoy estamos acá. Pero no, no pensé que estar hoy acá, en este momento, se iba a sentir como se siente. No me imaginé. No. No lo sabía. No. No me imaginé estar tan cerca en tiempo, pero tan lejos en kilómetros de mi libertad. Tan cerca de lo otro. Tan lejos de mi acá. No me imaginé. No. No supe lo que iba a sentir. No puedo imaginar lo que está por venir. No. No. No sé si siento eso, o me siento esclava. No sé si tengo miedo o si son ganas de vivir, ansiedad de soltar, ganas de ser. No sé si puedo llegar al momento egoísta en que sea libre, no sé si aquellos que cuentan cuánto les gustan las almas así, podrán soportar tanta libertad. No sé si puedo manejar tanto sentir. Pero hey, "Hoy que estas espléndida, y que todo lo iluminas, demos un paseo". Por el Universo.

07 septiembre, 2015

Pasar por el corazón


Tengo como mucha información que procesar. Y es difícil pasarlo todo por la mente, pero más difícil es pasarlo todo por el corazón. 

Es difícil pasar por el corazón los sentimientos que uno a veces no quiere sentir. No sé bien por qué uno no quiere, quizás a veces es más fácil o más divertido sufrir. A veces es más fácil ir a lo que uno sabe que le va a hacer mal, porque, qué tal si nos va bien? Qué pasa si eso que no queremos sentir tiene potencial para convertirse en un mundo entero? La mejor versión de un mundo. Qué pasa si delante nuestro está lo que siempre quisimos, pero que según nuestro reloj interno no está correctamente programado para suceder justo ahí. Algo así como los semáforos mal sincronizados. 

Siempre fui de buscar excusas. Para muchas cosas. Particularmente, siempre para las cosas más importantes.  Las más grandes. Las más desafiantes (emocionalmente). Y de repente, quise no tener más excusas para hacer lo que más quería, y se me derribaron varios muros, quedé completamente sensibilizada, vulnerable ante el mundo. Con ganas de llorar y de reír, y de querer, y de saltar y de disfrutar, y de abrazar. Con las venas al aire libre, los sentimientos ahí, para que todos los vean, completamente desnuda y expuesta. Con más ganas de vivir que nunca. Y qué suerte la mía, que las cosas más lindas se me dieron. Como siempre, en los momentos menos esperados, con las personas menos pensadas. Pero, las cosas lindas no siempre, o al menos en este caso, son del todo compatibles.

Y acá venís vos. Siempre dije que cuando el amor no era correspondido, era porque no tenía que ser, y que entonces esa no era nuestra persona. ¿Por qué? Muy simple, el amor es siempre de a dos. Como cualquier cosa en la vida, hasta una pelea. El capricho en cambio sí, es de a uno, sólo le basta con ser alimentado, un poquito, para dar rienda suelta. Pero qué peligro quedarse siempre ahí. Y qué difícil es cuando te aparece lo otro: lo real, es como una encrucijada... Y qué miedo afrontarlo, y ver qué pasa.

Siempre me llevé bien con las palabras, para casi todo, menos para lo inexplicable. Inexplicable de repente parar la pelota y decir todo lo que tenés adentro (o parte, porque mucho siempre me lo guardo, más de lo que parece). Y es increíble como siguiendo mi propio consejo, eso de decir siempre lo que pasa por dentro, de querer, de amar, de no tener miedo de lo que te van a decir, de sentir! Siguiendo el consejo de “jugatela, lo peor que te puede pasar nunca es tan terrible pero lo mejor puede ser extraordinariamente inimaginable”. Increíble que haciendo eso, se suceden un montón de cosas que no estaban en mi plan, que no me imaginaba.


Y sí, encuentro muchas casualidades. Menos una. El momento en el que está pasando, y que porque pase ahora quizás no pueda tenerlo más conmigo. Ayer me dormí abrazándolo. Y debo confesar, que a pesar de sentirme tan querida, solté unas lágrimas de tristeza. Porque tengo miedo, mucho. Hace rato no tengo tanto miedo, miedo de que no me quiera igual, miedo de perderlo, de no encontrarnos, miedo de no ser tanto. Miedo. Porque no quiero dejarlo nunca, no quiero que me deje nunca. No quiero soltarlo nunca, ni que me suelte. Quiero dormirme todos los días con él. Despertarme con él todas las mañanas. Que me prepare el desayuno. Dejarlo tocar la guitarra mientras duermo la siesta o miro la tele. Abrazarlo cada vez que llega, que llego, que se va, que voy, que vuelvo. Quiero enojarme por algo, y desenojarme con dos palabras tontas. Quiero que me de un beso todos los días. Quiero verlo triste, contento, feliz, cansado, alegre, enojado, simplemente quiero verlo. 

Pero por sobre todas las cosas quiero que me quiera, que me quiera con locura. Y también quiero, que sea mí para siempre. Quiero llevarlo conmigo. Quiero volver con él.