Es increíble cuántas veces intento decir algo y que el
resto del mundo me comprenda. Pero una y mil veces, me doy contra la pared al
darme cuenta de que muchas veces lo que digo no importa! Si no que importa a
quién, cómo, y con qué palabras me expreso. Aunque también creo que mi cerebro
y mi boca procesan más ideas de las que en realidad puede por segundo, y
termino diciendo tanto que nadie sigue el ritmo.
Instantáneamente las palabras, se convierten para mi en algo necesario. Es esa
necesidad de decir las palabras justas, correctas, y más adecuadas no sólo para
el momento si no también para la persona…Muchas veces también para el lugar. Cuántas
veces importó más el contenido de lo que escuchaban los demás salir de mí que lo
que realmente quería decir!
A veces las palabras te
llegan, al punto de dejarte pensando durante horas, días, o incluso semanas. Lo
más increíble es que, le diste el sentido que le querías dar y no
necesariamente el que significaba.
Creo que a través de las palabras me gustaría cambiar el mundo,
lograr una diferencia. Ayudar a resolver esas preguntas que tantas veces
aparecen. Pero casi nunca lo logro, a pesar de que me gustaría y lo intento.
Por eso, de vez en cuando me gusta sentir, creer o fantasear con que mis
palabras son mágicas, y pueden llevarme a mi, y a tantas otras
personas que encuentren en mis palabras lo que yo busco en ellas, a otro
planeta. Y la pucha! Siempre llego a la misma conclusión: la importancia de UNA
PALABRA, todas las palabras.
Dicen que una mirada dice más que mil palabras, no estoy de acuerdo, si las palabras son las justas, y son de esas que dan en la tecla y encienden tu motor.